Postales en la Vidriera

11.4.09

Modernos retoños de Villa Manuelita

Modernos retoños de Villa Manuelita es un poema que fue escrito por mi alrededor de 1990 pero que continua en el actual año 2009 teniendo más vigencia que nunca. Lo transcribimos:


Modernos retoños de Villa Manuelita


Ahi viene como dicen aquí
"el Octavio Pereyra"
- porque ellos hablan así
generalmente le adosan el artículo
anteponiéndolo al nombre aludido-
... trayendo en una mano la caja
que parece burlarse
de su denigrante oficio de lustrabotas
a través de la sonrisa "eterna" de Gardel.
Me saluda.
Saluda a "la Susi"
la puta de la casilla de enfrente
que a esta hora del anochecer
sale como ella dice: "a levantar puntos"
y se pierden en el hacinamiento
del angosto camino sinuoso.
Pasan conversando
"el cabezón Ortiz"
que por lo visto "retorna de hacer guantes"
en el solitario y grotesco gimnasio
de su imaginación
y "cacerola Lugo"
que acaso le estará explicando
la mejor manera de agredir con los codos
cuando se salta para cabecear un córner.
Me saludan posponiendo mi nombre
a un "buenas noches"
que carece de las eses finales
e inmediatamente uno de los dos
lanza una carcajada
que se trunca en la conversación
por el desesperado ladrido de un perro
que hace trastabillar la parda sombra de un gato
provocando el obvio tumulto
en algunos techos de zinc.
A este croquis marginal se suman
provenientes de puertas y ventanas
solidarias en la corta distancia
y en la precariedad de sus cortinas
el llanto de un chico
una discusión entre un alcohólico empedernido
y su concubina que no le va en zaga
hostilizándolo con los insultos mas hirientes
que suelen conjugarse
en este tipo de cloaca social
la melodía litoralenia de "Kilometro 11"
y el rostro morocho y oriental
de "Alcidez Sosa" que se acerca
junto a "la Laura"
con la sublime obesidad
del sexto en su vientre.
Ambos tironean de un carrito
repleto de cartones y basura
cuando una niña descalza
con un bebé desnudo en sus brazos
sale de la casilla a recibirlos.
Detrás de ésta otro chico
también descalzo hace lo propio.
Alcides Sosa y "la Laura"
en este preciso momento
sonrien y manosean con ternura
el cabello de sus hijos
mientras alguien sale de otra casilla lindera.
Se trata del alcohólico empedernido
quien apoya una de sus manos
en la frágil pared de lata
y casi en una proeza de equilibrio
comienza a orinar.
La luna como una banana raquítica
minimiza todo lo que ocurre.