19.8.18

DESDE EL COLOR DE OTRAS FOTOS

Esta latente musicalidad... estos versos
dónde subyacen... qué suerte de Cristo me los redacta.
Desde qué espejos familiares
costumbristas y amenos retornan hoy aquí.
En que atelier de la buenaventura
se habrían hilvanado tantas poses así
"siempres sonrientes"
entre el brillo casi opaco del paspartú
y esa pátina ideal que refulge el sepia
o el blanco y negro
donde algunos fotógrafos - tramoyistas geniales -
se divertían artesanalmente recreando el color.

Evidentemente la gente disfrutaba de otras circunstancias
de otros esplendores
donde tal vez se palpara a diario el auge nacional
y las espectativas que siempre provocan
en el guiño político criollo
la repartija de las vacas gordas.
Almanques de gloria para el deporte
las grandes orquestas
y fastuosas comedias de discutido valor
salpicadas con algunos dramitas
del cine de entrecasa

Lejanas jornadas de la revista "Mundo Argentino"
y la famosa "Criollita Salus"
la yerba mate más popular.
Instantes de apogéo para la risa donde todos se divertían
con la innata picardía de Niní Marshall
y Los Grandes del Buen Humor.
Instantes hondos... trascendentes y ferreamente enmarcados
por la hoy decadente institución del respeto.
Con mujeres coloreadas de luto durante años
y hombres usando brazalete
en alguna de las mangas del saco.

Coda del recuerdo al fin
en que los padrinos al concluir la boda y salir del templo
le arrojaban "chirolas" a la purretada
y las fotos... las entrañables fotos se retocaban.
No obstante
y como en un halo cinematográfico mustio
otoñal y vistoso
aún perdura ese color que se incrustara para siempre
en nuestras retinas de criaturas asombradas
junto con ese señor calvo de guardapolvo gris
y retorcidos bigotazos
que introducía su cabeza cubriéndola con un paño oscuro
en el enigma agujereado de un extraño cajón
sostenido por un trípode.

Ese señor que levantando su mano izquierda
nos sugería con espontánea ingenuidad en la voz
que mirásemos "el pajarito"
una abstracta decepción que instantáneamente nos perduraría
encegueciéndonos sin piedad
con su fulminante fogonazo infernal.

FELIPE DEMAURO