25.12.21

DESDE EL COLOR DE OTRAS FOTOS

 A esta edad, y cuando ya creía haber estimulado todos mis sueños literarios, logrando espléndidos reflejos de felicidad abrazados a mi vocación, y al mensaje ordenado por un Dios al que exalto, y en el que creo, para mis pasos dados y a dar en este lugar excelso, voy a expresarles este nuevo libro.


Desde el color de otras fotos, es un poema que escribí hace ya varios años. Que contiene unas metáforas, desde mi punto de vista muy logradas, y que ya paso a describirlas,  dando de esta forma el comienzo a esta suma de relatos que integrarán esta nueva obra que deseo les resulte apasionante. Veamos:

Esta latente musicalidad... estos versos... dónde subyacen
qué suerte de Cristo me los redacta.
Desde qué espejos familiares, costumbristas y amenos
retornan hoy aquí.
En qué atelier de la buenaventura
se habrían hilvanado tantas poses así... siempre sonrientes.

Entre el brillo casi opaco del paspartú
y esa pátina ideal que refulge el sepia, o el blanco y negro
donde algunos fotógrafos, tramoyistas y geniales
se divertían artesanalmente recreando el color.

Evidentemente la gente disfrutaba de otras circunstancias
de otros esplendores, donde tal vez, se palpara a diario
el auge nacional y las espectativas que siempre provocan
en el guiño político criollo, la repartija de las vacas gordas.

Almanaque de gloria para el deporte, las grandes orquestas
y fastuosas comedias de discutido valor, salpicadas con
algunos dramitas del cine de entrecasa.
Lejanas jornadas de la Revista "Mundo Argentino"
y la famosa criollita "Salus", la yerba mate más popular.

Instantes de apogeo para la risa, donde todos se divertían
con la innata picardía de Niní Marshall
y "Los cinco Grandes del buen humor".
Instantes hondos, trascendentes, y férreamente enmarcados
por la hoy decadente institución del respeto.
Con mujeres disfrazadas de luto durante años.
Y hombres usando brazalete en alguna de las mangas del saco.

Coda del recuerdo al fin, en que los padrinos al concluir la boda
y salir del templo, le arrojaban chirolas a la purretada.
Y las fotos... las entrañables fotos se retocaban.
No obstante... y como en un halo cinematográfico mustio
otoñal y vistoso, aún perdura ese color
que se incrustara para siempre en nuestras retinas
de criaturas asombradas, junto con ese señor calvo
de guardapolvo gris y retorcidos bigotazos
que introducía su cabeza, cubriéndola con un paño oscuro
en el enigma agujereado de un extraño cajón
sostenido por un trípode.

Ese señor, que levantando su mano izquierda
nos sugería con espontánea ingenuidad en la voz
que mirásemos "el pajarito".
Una abstracta decepción, que instantáneamente nos perduraría
encegueciéndonos con su fulminante fogonazo infernal.
 
FELIPE DEMAURO

Este es un avance del último libro que saldrá en breve.