18.10.20

 DESDE EL COLOR DE OTRAS FOTOS


Esta latente musicalidad, estos versos, dónde subyacen, qué suerte de Cristo me los redacta. Desde que espejos familiares, costumbristas y amenos, retornan hoy aquí.
En qué atelier de la buenaventura se habrían hilvanado tantas poses así, siempre sonrientes, entre el brillo casi opaco del paspartú, y esa pátina ideal que refulge el sepia o el blanco y negro, donde algunos fotógrafos, tramoyistas geniales, se divertían artesanalmente recreando el color.
Evidentemente la gente disfrutaba de otras circunstancias, de otros esplendores, donde tal vez se palpitara a diario el auge nacional, y las esperanzas que siempre provocan en el guiño político criollo la repartija de las vacas gordas.
Almanaque de gloria para el deporte, las grandes orquestas, y las fastuosas comedias de discutido valor salpicadas con algunos dramitas del cine de entrecasa.
Lejanas jornadas de la revista "Mundo Argentino" y la famosa Criollita "Salus", la yerba mate más popular. Instantes de apogeo para la risa, donde todos se divertían con la innata picardía de Niní Marshall y Los grandes del buen humor.
Instantes hondos, trascendentes y férreamente enmarcados por la hoy decadente institución del respeto, con mujeres disfrazadas de luto durante años, y hombres usando brazalete en alguna de las mangas del saco.
Coda del recuerdo al fin, en que los padrinos al concluir la boda y salir del templo, les arrojaban chirolas a la purretada, y las fotos, las entrañables fotos se retocaban.
No obstante y como en un halo cinematográfico mustio, otoñal y vistoso, aún perdura ese color que se incrustara para siempre en nuestras retinas de criaturas asombradas, junto con ese señor calvo de guardapolvo gris y retorcidos bigotazos, que introducía su cabeza cubriéndola con un paño oscuro en el enigma agujereado de un extraño cajón sostenido por un trípode.
Ese señor que levantando su mano izquierda, nos sugería con espontánea ingenuidad en la voz que mirásemos "el pajarito", una abstracta decepción que instantáneamente nos perduraría encegueciendonos sin piedad con su fulminante fogonazo infernal.

FELIPE DEMAURO