20.5.07

Los atardeceres del anochecer

INTRODUCCIÓN: En 1972 el autor y a raíz de lecturas de la escuela surrealista tiñe sus textos con paisajes de los mismos expuestos en su obra.
Los siguientes textos de este libro atestiguan lo expuesto.

Acaso un prólogo

Hoy he ido a visitar la nada.
Conversamos un largo rato
a pesar de las hostilidades del sol
empeñado en disolver mi sombra.
Es tan interesante conversar con la nada
como sembrar poemas en las uñas
como pensar que no hemos muerto al nacer
como elegirnos el cuento que vamos a vivir
como olvidarnos que somos tan solo
un teorema con disfraz de viento.

Aclaración: Este poema figura a manera de prólogo del libro, y los demas son textos escritos en prosa.

El cometa

Llegó sin conocer a nadie, obsequiando su simulada sonrisa forastera a todos los asombros contenidos.
Su extraña vestimenta aniquilaba garuas de hipótesis, que no lograban vislumbrar ni el mas pequeño retazo de certeza acerca del orígen de aquella selva de luces ambulantes.
Tal vez no existiera para aquel extraño un aspecto lógico, ya que todos sus perfiles indefectiblemente desembocaban en los intinerarios trazados por la ficción.
Y lo que al principio fué un insólito desatando una cadena de gestos irrescatables, en pocos segundos se vió substituido, tachado por la sombra de la angustia, de esa angustia que no era mas que el peldaño anterior a la realidad que ya imponia el miedo.
Entonces fue un sudor que alguien mando a disecar en agosto, quien se extravió sobre la piel de los hombres hasta agrietar sus ridiculas, incapaces, cobardes conciencias, hasta hacer sangrar sus culpas.
En ese instante, se desencadenó una lluvia torrencial de culpas sobre el universo.

El oeste infinito

El oeste improvisaba una herradura de quietud.
Una hora cualquiera estaba frabicando salinas de silencio.
O tal vez el infinito pensaba en esa fuente donde se divorcian las casualidades, o en aquella terraza de alcohol hirviendo bajo la luna.
Cierto es que estaba apollado en los balcones del puente que cruza el miedo, en las sangrientas lagunas de cobre que se marchitan en oxidente o en unos ojos que ahora recuerdo repasando dos tormentas de laurel.
Ahora, siempre ahora, ahora antes, ahora después, ahora que estoy cansado de oír como gotea esa fuente de la cual hable y en la cual se pierden como un final de pendulos, ginetes extraviados en los crepusculos del vino. Auroras encendidas con cenizas de quebracho, miradas otoñales partiendo de los andenes y de las plazas, ciudades aturdidas por manifestaciones de relojeros y tangos contemporáneos destrozando en el futuro sus motivos.
Pero el infinito que seguía apoyado en los balcones del puente, miraba fijo, sin decir nada, era algo asi como herradura de quietud.


Después

La furia de la brisa se ensegueció frente a la pared, y aun mas a sus espaldas, donde cambió su mascara por signo de interrogación o por arboles que se confundian a un costado de la vereda, haciendo exaltar mucho mas lo que al principio debió condenarse al viento.
Pasó una mujer de piel muy seca, con todo lo árido de ese después que acompaña a la cascara del limón, cuando se madura solamente en alguna ocurrencia.
En sus labios llevaba un cielo de ceibos aclarados, que al final se perdian en un amanecer de muslos descubiertos por una escasa pollera.
Mas lejos alguien vendia los soles que se habían empequeñecido de tanto reflejar el día cien pesos la docena.

Tragedias de papel

Había llovido y aun persistia ese difuso embudo de zinc, en diagramar otro paisaje regional con sus serpentinas translucidas.
Los niños jugaban con sus barcos de noticas navegando bajo los precipios de las veredas.
Una ojera inconsistente se habia adueñado del suelo ahorcando con su goma de mascar todos los pasos.
Aunque ahora todo vuelve a comenzar para que los paraguas destrocen sus capullos, para que los gritos desaparezcan como presagios nómades, dejando abandonados a los barcos ante un incesante bombardeo de lagos en miniatura.
El final fué una inminente lástima, los barcos se vieron indefensos, castigados sin piedad en popa, acribillados con fervor en próa, hundidos como crónicas desnudas sobre playas de papel.
Después hubo un relieve mas oscuro que cegó a los personajes, dejando la tierra apta para sembrar nuevas novelas.
Pero sigue preocupándome, es que por las noches, se reproduce el mismo espectáculo en la suela de mis zapatos y ya hace una semana que dejó de llover.

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